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Pequeños Mundos, Grandes Ideas

El arte y la comunicación son puentes que permiten a la niñez expresar sus ideas y emociones con sus propios lenguajes. Dibujos, cuentos, canciones o historietas se convierten en formas de diálogo con lo invisible: los microbios que habitan en nuestro cuerpo, en la tierra y en los alimentos. Lejos de ser tan solo ejercicios creativos y lúdicos, estas expresiones son estrategias educativas que movilizan conciencias, construyen aprendizajes colectivos y fortalecen el cuidado de la salud desde la infancia. Bajo el enfoque Una Salud, la niñez aprende e inspira a toda la comunidad a repensar su relación con la vida microscópica.

La voz de la niñez tiene un poder transformador cuando se le da el espacio para expresarse con libertad y creatividad. «Aprendiendo con los más pequeños» recoge experiencias en las que los niños y niñas son protagonistas que transmiten mensajes de salud con sus propios códigos: juegos, dibujos, relatos y canciones. Este enfoque reconoce que la infancia es capaz de generar aprendizajes colectivos que llegan a sus familias, comunidades y escuelas, logrando una incidencia real en la forma de comprender la salud y el mundo microbiano.

Al ofrecer a los más pequeños un rol activo, se les empodera como comunicadores y educadores, capaces de sensibilizar a los adultos sobre prácticas de cuidado, prevención y respeto a la naturaleza. Con sus palabras sencillas y gestos creativos, logran que conceptos complejos como la resistencia a los antimicrobianos (RAM) se traduzcan en acciones cotidianas: lavarse las manos, consumir alimentos saludables, cuidar el suelo y el agua, y comprender que la salud es una construcción colectiva. De esta manera, la educación intercultural y participativa se convierte en un motor de cambio con la niñez en el centro.

En «Pedalea con conciencia… usando los antibióticos con prudencia», un grupo de jóvenes estudiantes de medicina tomó sus bicicletas para recorrer la Costa ecuatoriana con un propósito que iba más allá del deporte: sembrar salud en cada pedaleada. En las comunidades visitadas hablaron sobre el buen uso de los antibióticos, la importancia de la higiene, la salud escolar y el cuidado colectivo. Sus mochilas llevaban mensajes de vida, creatividad y compromiso. Cada parada fue un encuentro con niños, docentes y familias, demostrando que la juventud, cuando se organiza con pasión y ternura, puede convertirse en un motor de cambio para todo un país.

La historia de Yagu, narrada por Leonardo Guayán en «Alforja: un niño y la ternura», es otro ejemplo luminoso de ese espíritu. Con apenas unos años, emprendió una travesía a pie por América Latina llevando consigo la bandera de la salud escolar y el cuidado del agua. Sus pasos pequeños se convirtieron en símbolo de grandeza: en cada pueblo compartía historias, sonrisas y aprendizajes, recordando que la ternura también es una forma de resistencia. Su viaje se convirtió en una caminata pedagógica y espiritual, inspirando a todos a ver en la infancia el presente que cuida, enseña y transforma.

La música, los cuentos y los cómics se convierten en herramientas pedagógicas que abren la puerta a un aprendizaje profundo y sensible sobre el mundo microbiano. Las canciones permiten que conceptos complejos se memoricen con facilidad, mientras que los relatos y las historias ilustradas despiertan la imaginación, mostrando que los microbios no son enemigos, sino compañeros invisibles que participan en nuestra vida diaria. Desde la melodía de una canción hasta las páginas de un cuento, los niños descubren cómo los hábitos saludables, la alimentación variada y el buen uso de los antibióticos repercuten en su salud y en la de su comunidad.

Los cómics y narrativas gráficas, por su parte, invitan a recorrer mundos invisibles a través de la aventura. Al imaginar un viaje fantástico dentro del cuerpo humano o al dar vida a bacterias que dialogan con los personajes, la niñez encuentra un lenguaje cercano para comprender la ciencia. Estas expresiones artísticas no solo enseñan, también movilizan: inspiran a los niños y niñas a convertirse en multiplicadores de conocimiento en sus hogares, compartiendo lo aprendido con sus familias y vecinos. Así, lo que comienza como una actividad creativa se transforma en un proceso de educación popular en salud, donde los más pequeños se convierten en verdaderos agentes de cambio.

El arte y la comunicación como semillas de cambio

“Pequeños Mundos, Grandes Ideas” nos recuerda que la educación en salud no se limita a manuales o diagnósticos, sino que se construye en la creatividad de la niñez y en la capacidad de las comunidades de expresarse con sus propios lenguajes. El arte y la comunicación son semillas que germinan en canciones, cuentos, dibujos y cómics, y que florecen en aprendizajes colectivos con impacto real en la vida cotidiana.

Educar con arte es sembrar futuro: un futuro donde la salud, la vida y la creatividad caminan de la mano.