Agua, Alimentos, Antibióticos
DESDE EL ENFOQUE MADRE TIERRA-UNA SOLA SALUD
Nota conceptual
Descubriendo las interrelaciones
Tejiendo colectivamente las soluciones
¿Por qué un Encuentro que conjuga Agua, Alimentos y Antibióticos para conmemorar el Día Mundial de Una Salud?
Para todas las personas está clara la vital importancia del agua y los alimentos, el sustento de la salud y la vida de los seres humanos, los animales, las plantas y los microorganismos; el sustento de la salud de la Madre Tierra, que nos alberga. Muchos podrán decir que, a su lado, los antibióticos no pueden compararse, pero eso no quiere decir que no sean importantes: desde su introducción en los sistemas de salud, han salvado millones de vidas humanas y animales. De modo que estamos hablando de tres elementos esenciales para la salud y la vida.
Pero ¿por qué los hemos juntado? Porque es vital que comprendamos sus interconexiones. Podrá decirse que la interconexión entre alimentos y agua es evidente por el agua con la que se riegan nuestros campos, pero las interconexiones entre el agua, los alimentos y los antibióticos son mucho más complejas y nada evidentes. Sin embargo, existen y es fundamental conocerlas, para saber cuidar la salud y la vida.

Para comprenderlo, vamos a partir de un problema crítico, pero poco visibilizado, la resistencia bacteriana a los antibióticos. En 2019, la resistencia a los antibióticos causó la muerte de 1,27 millones de personas en el planeta, debido a que la resistencia neutraliza la acción de los antibióticos y, consiguientemente, las enfermedades bacterianas se vuelven difíciles de controlar o totalmente incontrolables. Aquel mismo año, fue la causa indirecta de 4,94 millones de fallecimientos adicionales. Y el problema sigue creciendo.
Aunque hace más mella en los países y sectores sociales más pobres, como la pandemia de la COVID, la resistencia a los antibióticos no reconoce fronteras ni clases sociales. Es un problema que nos afecta a todos en el planeta; los animales y las plantas no son la excepción. Por tanto, para enfrentarlo, es menester el enfoque Madre Tierra-Una Sola Salud, que reconoce las interacciones entre la salud humana, la salud animal y la salud ambiental.
A nivel mundial, se consumen alrededor de 225.000 t de antibióticos por año en salud humana, salud animal y salud vegetal. Cada antibiótico que se consume incrementa la resistencia bacteriana por medio de la presión selectiva. Una gran parte de esta formidable cantidad de antibióticos se excretan y liberan al medioambiente en forma de metabolitos activos. Por esta vía, contaminan aguas y suelos, y aceleran la resistencia bacteriana en el ambiente, puesto que el ambiente está poblado hasta el infinito de bacterias.
Del total consumido, el 80% de los antibióticos se emplean en la cría intensiva de animales destinados a la alimentación humana, esencialmente para prevenir brotes de enfermedades infecciosas y para acelerar el engorde, más no con fines terapéuticos. Debido al confinamiento y al hacinamiento de decenas de miles de animales por unidad, la cría intensiva es un modelo de producción antibiótico-dependiente.

A más de los residuos de antibióticos, los seres humanos y los animales excretan bacterias multirresistentes y genes de resistencia a los antibióticos (GRAs). Esto quiere decir que la casa que nos alberga a todos, el medioambiente, se va convirtiendo gradual y aceleradamente en un reservorio de bacterias multirresistentes y GRAs. En ese contexto, el agua y los alimentos se transforman en vehículos para la diseminación de residuos de antibióticos, bacterias multirresistentes y ARGs. Así tenemos que la resistencia bacteriana como problema de salud humana, animal y ambiental se retroalimenta, dado que, por ejemplo, el agua o los alimentos que consumimos podrían contener residuos de antibióticos, bacterias multirresistentes y ARGs. Por esta y otras razones, para 2050, muchos expertos estiman que la resistencia a los antibióticos no causará “sólo” 1,27 millones de muertes, sino 10 millones o más.
Estos elementos químicos y biológicos, que forman parte de los llamados contaminantes emergentes, están aún poco estudiados, no se monitorean sistemáticamente y tampoco están regulados, pese a sus fuertes impactos sobre la salud.
Atentos con esto, hay muchas enfermedades infecciosas, pero en realidad, las bacterias patógenas son una ínfima fracción del universo de especies bacterianas. Las bacterias podrían dividirse en cientos de millones de especies, son la forma de vida más diversa del planeta y la inmensa mayoría son benéficas: cumplen funciones esenciales como la producción de oxígeno, la fijación del nitrógeno y la descomposición de los desechos. Al igual que la Madre Tierra, los seres humanos estamos poblados de bacterias que, literalmente, nos ayudan a digerir los alimentos, modulan nuestro sistema inmunitario y coproducen los neurotransmisores de la felicidad. Sin embargo, la resistencia a los antibióticos se expande entre todas ellas, sean benéficas o patógenas.
Por otra parte, es necesario llamar la atención de la sociedad sobre el arsénico, que, liberado en el ambiente, pueden acelerar la resistencia bacteriana. En cuanto al arsénico, son conocidas su alta toxicidad y carcinogenicidad, pero sus efectos antibacterianos son casi desconocidos. En los años 1920s, se lo usó como el principal ingrediente del Salvarsán 606, un compuesto desarrollado para tratar la sífilis. Aunque resultaba efectivo para controlar la infección, fue retirado del sistema de salud por su alta toxicidad. La contaminación del agua y, por extensión, de los alimentos con arsénico se origina por causas naturales y causas antropogénicas. Entre estas últimas, el factor más importante es la minería metálica. Por eso, un reciente estudio en torno a la contaminación de las cuencas hidrográficas causada por la minería metálica alertó sobre el impacto que el arsénico y otros metales pesados tendrían sobre la resistencia a los antimicrobianos, a nivel ambiental.
Hay otro problema, que, si bien es de larga data, no ha dejado de tener actualidad: la falta de acceso al agua, en calidad y cantidades suficientes. En 2020, según Naciones Unidas, 2.400 millones de personas sufrían escasez de agua. Lamentablemente, la escasez irá aumentando en todo el mundo como consecuencia del cambio climático, las sequías, la degradación de los ecosistemas asociados al ciclo del agua, actividades contaminantes, el aumento de la demanda y la injusta distribución del agua. Por otra parte, en cuanto a la calidad del agua, en 2022, en América Latina y el Caribe, 15,6 millones de personas estaban privadas del acceso al agua potable. La falta de acceso a agua, en calidad y cantidad suficientes, es una problemática que afecta también a los sistemas de salud de los países de bajos y medianos ingresos. La escasez y la contaminación del agua afectan también la capacidad de las sociedades de producir alimentos en cantidad y calidad suficientes y la posibilidad de asegurar una buena nutrición. Todo esto decanta en una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas y el incremento del uso de antibióticos. “El agua es esencial no solo para la salud, sino también para reducir la pobreza, y garantizar la seguridad alimentaria, la paz, los derechos humanos, los ecosistemas y la educación”. Por ello, el agua limpia, junto con el saneamiento es uno de los objetivos de desarrollo sustentable de Naciones Unidas.

“Es necesario comenzar a conectar aquello que aparenta desconectado. La resistencia a los antibióticos, la contaminación ambiental, la crisis hídrica, la crisis alimentaria, el cambio climático y muchas otras enfermedades de nuestra Madre Tierra se derivan del tratamiento destructivo que nuestras sociedades de mercado le han dado a lo viviente y no viviente”.
Hay que resaltar que comprender las interconexiones entre agua, alimentos, antibióticos, en el contexto de la salud es un paso fundamental en la búsqueda de soluciones. Y lo que realmente queremos es que este encuentro se centre en las soluciones. Así que, comprendidas las interconexiones, cabe decir que hay soluciones en marcha y soluciones que aún están buscándose. Entre las soluciones en marcha, están los modelos alternativos de producción alimentaria, la agroecología y otras opciones que van en la misma línea como la agricultura biodinámica y la ganadería regenerativa, que garantizan el bienestar animal, que no son antibiótico-dependientes y que contribuyen simultáneamente a capturar carbono, recuperar la vida del suelo, la biodiversidad y mitigar el cambio climático; políticas públicas para la protección de las fuentes de agua, la prohibición de actividades extractivas en zonas de importancia hídrica, recolección de antibióticos vencidos y el tratamiento apropiado de las aguas residuales; la recuperación y el desarrollo de la etnoveterinaria; actividades educativas y artísticas para reconfigurar nuestra relación con los microbios, y aprender a usar inteligentemente los antibióticos y los desinfectantes…
Queremos destacar el papel del arte, el juego y las infancias en este proceso: sin dejar de lado lo intelectual, el arte es un haz de lenguajes mágicos, capaces de despertar nuestra sensorialidad, desatar nuestras emociones, reverdecer nuestros sentimientos y transformarnos integralmente. El juego nos devuelve al disfrute del aprendizaje en colectivo. Y las infancias tienen la transparencia del agua y el poder de la ternura. Los tres, junto a la investigación, la educación y las políticas públicas, son esenciales.
En este encuentro, veremos muchas iniciativas a nivel comunitario, escolar, artístico, público, académico e investigativo para cuidar el agua, los alimentos y los antibióticos, para cuidar la salud humana, animal y ambiental, ya que no hay más que Una Sola Salud, la salud de la Madre Tierra que nos contiene a todos y todas.


