Asamblea del Suelo: diálogos por la vida que no se ve

Asamblea del Suelo: diálogos por la vida que no se ve

Del 8 al 10 de mayo, la comunidad de La Chimba, un rincón profundo de los Andes ecuatorianos, donde el suelo aún recuerda el paso de los ancestros, fue el escenario de un acto de escucha, memoria y resistencia: la Asamblea del Suelo 2 – Tinku Uku Pacha, un encuentro que reunió ciencia, comunidad, arte y espiritualidad para hablar del suelo, de su vitalidad, y de las múltiples vidas invisibles que lo habitan.

Este fue un espacio para hacer un llamado a mirar hacia abajo, hacia lo profundo. Allí donde la luz no entra, pero la vida brota. Porque el suelo no es solo tierra. Es útero, es origen y dador de vida.

Representantes de organizaciones sociales discuten la importancia del cuidado del suelo
Representantes de organizaciones sociales discuten la importancia del cuidado del suelo

El suelo es un cuerpo vivo

Un puñado de tierra contiene millones de microorganismos: bacterias, hongos, protozoos, arqueas, virus. Ellos no solo sostienen la fertilidad del suelo, sino que son el corazón de la agricultura sostenible. Transforman residuos en nutrientes, fijan nitrógeno, descomponen la materia orgánica y protegen a las plantas de patógenos. Sin ellos, no hay alimento. Sin ellos, no hay salud.

“Aprendimos por fin que no es el suelo el que alimenta a las plantas, son las plantas las que alimentan al suelo. Y son los microbios quienes hacen crecer ese suelo vivo”.

Para Stephen Sherwood de Ekorural, esa comprensión transforma todo. Cultivar ya no es dominar la tierra, sino tejer relaciones con seres invisibles. Están surgiendo bacterias resistentes que pueden transmitirse a los humanos, lo que afecta nuestra capacidad para tratar infecciones comunes. El suelo se convierte en un ámbito donde la microbiología se altera, lo que afecta a los microbios que antes nutrían la vida y ahora se enfrentan a diversas amenazas.

Microbios y alimentos: una alianza vital

Los microorganismos del suelo no solo influyen en la salud del ecosistema: afectan directamente la calidad de los alimentos que comemos. Como dice Daniela Moreno, organizadora de la Asamblea, “Se dice que somos lo que comemos, pero yo digo, somos lo que se alimentan las plantas que comemos”.

Su diversidad y equilibrio determinan la disponibilidad de minerales, la resistencia natural de las plantas y la vitalidad de los cultivos. Esta conexión se rompe cuando se abusa de fertilizantes sintéticos o pesticidas. Pero también —y esto se dijo con fuerza en la Asamblea— cuando se industrializa la producción de alimentos animales.

Hoy, más del 70% de los antibióticos producidos a nivel global se destinan a la cría industrial de animales, no para curarlos, sino para acelerar su crecimiento y prevenir enfermedades en condiciones de hacinamiento. Gran parte de estos antibióticos no se absorbe y termina en el ambiente, contaminando suelos y aguas. Allí, favorecen la aparición de bacterias resistentes que pueden transferirse a humanos, afectando incluso nuestra capacidad de tratar infecciones comunes. El suelo, así, se convierte en un campo donde la microbiología se ve alterado, en el cual los microbios que antes cuidaban la vida, ahora enfrentan amenazas.

Comunidades que dialogan con el suelo

Pero no todo son amenazas. En la Asamblea, las comunidades indígenas compartieron saberes que han resistido siglos de extractivismo y olvido. Desde su cosmovisión, el Uku Pacha —el mundo de abajo— no es un lugar muerto, sino el vientre de la vida.

Graciela Alba, lideresa Kayambi de la comunidad de Pesillo lo dice con claridad: “El suelo también se cansa, se agota. Por eso lo rotamos, lo alimentamos con compost, lo dejamos descansar. No solo sembramos papa o maíz: sembramos vida”.

Gabriela Quinotoa, ingeniera agrónoma y líder comunitaria de la organización Guardianes de Semillas en Ecuador.

Esta sabiduría ancestral coincide con los hallazgos de la microbiología moderna. Ambas sostienen que el monocultivo empobrece el suelo, que la biodiversidad es clave, que cultivar es una relación, no una transacción.

Gabriela Quinotoa, ingeniera agrónoma y joven mujer del pueblo Kayambi, integró estos saberes en su investigación sobre microbiología del suelo en tiempos sagrados. Sus análisis mostraron que, durante los solsticios y festividades andinas, la actividad microbiana aumentaba significativamente, como si el suelo también celebrara. “La energía del sol y la luna alimenta no solo a las plantas, sino a los seres más pequeños”, explicó.

Arte para ver lo invisible

En La Chimba, el arte fue un acto de conexión y transformación. Performances, instalaciones, música, danza y poesía ayudaron a ver lo que el ojo no ve. La artista Ronny Borja, realizó una muestra en la que recolectó suelos de distintas comunidades y los analizó mediante cromatografía, visualizando su riqueza microbiana como una acuarela de la vida subterránea. Una de sus obras decía: “Ver el suelo es ver donde la luz no entra”. Y en ese ver, muchas y muchos comenzaron a cambiar su forma de entender la agricultura, la relación con las bacterias, el cuerpo, el tiempo…

Pedro Soler, artista y organizador, expresa: “El arte no vino a enseñar ni a intervenir. Vino a escuchar y a plasmar, con sinceridad, lo que el territorio siente. Porque el futuro —si es que hay— está en el suelo. Y para llegar ahí hay que cambiar la forma en que miramos y cultivamos”.

Porque el arte, como los microbios, trabaja desde lo invisible para transformar lo visible.

Artistas locales de La Chimba, Ecuador, interpretan canciones por la vida y la salud de la Madre Tierra.
Artistas locales de La Chimba, Ecuador, interpretan canciones por la vida y la salud de la Madre Tierra.

Regenerar el suelo, regenerar la vida

El mensaje más fuerte de la Asamblea fue este: no se puede hablar de salud de las comunidades sin hablar del suelo. No se puede hablar de alimentos sin hablar de microbios. No se puede hablar de futuro sin hablar de regeneración.

Stephen Sherwood compartió la experiencia de su finca regenerativa, donde en 20 años pasaron de tener suelos estériles a suelos con 7% de materia orgánica, ricos en bacterias y hongos en equilibrio. Lo lograron sin fertilizantes sintéticos, sin arar, sin pesticidas. Solo con biodiversidad, fotosíntesis y cuidado. “Mi finca creció cuando entendí que los microbios no necesitan que les diga qué hacer. Solo necesitan que les dé sombra, alimento y espacio”.

Ese “espacio” fue también político, espiritual y afectivo. Es el derecho a la tierra, a semillas nativas, a producir sin depender de químicos, a vender a precios justos, a alimentarnos sano. Por eso la Asamblea no fue solo científica: fue también poética y profundamente política. Gabriela decía: “El suelo tiene sus tiempos. No todo es producir. También necesita descanso, regeneración. Así como nosotras”.

Stephen Sherwood de Slow Food en la granja agroecológica comunitaria
Stephen Sherwood de Slow Food en la granja agroecológica comunitaria

Una semilla para el futuro

Elegir La Chimba como sede no fue casual. Allí vivió Tránsito Amaguaña, luchadora incansable por los derechos de los pueblos, de las mujeres y de la Pachamama. Su cuerpo reposa en esa tierra, y su espíritu estuvo presente en cada minga, en cada palabra, en cada canción que brotó de la Asamblea. Allí, entre páramos y sembríos, se siente todavía el pulso de la tierra y la fuerza de los pueblos.

Y Graciela, con firmeza ancestral, recordaba: “Los microorganismos fueron los primeros habitantes del planeta. Hicieron comunidad para crear vida. No se fijaron si el otro era grande o pequeño, rico o pobre. Solo sabían que juntos podían sostener la vida. Esa es la gran enseñanza: hacer comunidad”.

Allí también se sembró una visión: sistemas alimentarios que no solo produzcan comida, sino que regeneren suelos, comunidades y relaciones. Una alianza entre microbios y humanos, entre arte y ciencia, entre cosmovisión y práctica. Como escribía uno de los artistas: “La Chimba puede volver a ser semilla de futuro. Un territorio de regeneración en medio del colapso. Un santuario donde el suelo vuelva a ser sagrado”.

Como dijo Priscila Prado al finalizar el evento «Caminata hacia el Origen de la Vida»: «Los microorganismos fueron los primeros habitantes de la Tierra. Si los escuchamos, podrían ayudarnos a asegurarnos de no ser los últimos».

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