Danzar es enredar y esperanzar
Este es un recuento del diálogo en torno a la metáfora de la danza con las bacterias, llevado a cabo el 27 de junio, con motivo del Día Mundial del Microbioma 2024, por parte de ReAct Latinoamérica y el Grupo Reimaginando la Resistencia.
Hubo imprevistos, como siempre en la vida, pero todo tuvo sentido esa noche. Las artes y las ciencias, los pensamientos y los sentimientos, que han sido separados en el mundo contemporáneo, esa noche se reencontraron y, de la alegría de reencontrarse, se pusieron a danzar. Fue como una voz que nos decía: “No separen más lo que la vida ha unido”.
Bajo la batuta de la farmacéutica y artista Mary Murray, del Grupo Reimaginando la Resistencia, el programa arrancó con unos antecedentes justos y necesarios. Aunque tiene años gestándose, Mary recordó que Danzando con las bacterias, como una metáfora más fiel a la auténtica relación entre seres humanos y estas microscópicas criaturas, se presentó formalmente el año anterior. “Este año nos sumergiremos más profundamente en la metáfora: ¿qué significa danzar con las bacterias?, ¿cómo danzar con nuestras compañeras invisibles, tan esenciales para la vida?”, precavió.
Tras la introducción de Mary, el programa siguió con una bellísima canción sobre el Ubuntu, la filosofía africana del “soy porque eres”, a cargo del Coro de Mujeres, de Camberra. “Soy lo que soy gracias a ti, somos lo que somos, gracias a los demás”, cantaba un coro de voces acariciadoras, mientras en la pantalla se sucedían imágenes de niños africanos, pájaros, niños ucranianos, mujeres y eucaliptos en círculo. “Esta es nuestra forma de danzar con la naturaleza: volver a tejer con el canto las conexiones que han sido rotas, ayudar a que resuene la armonía”, comentó Johanna McBride, directora musical del Coro. De esta forma, quedó arreglado el escenario para la siguiente panelista.
Sharon Field, también de Australia, es una artista botánica en sentido doble: cocreó un maravilloso jardín en torno a su casa, al que acuden pájaros e insectos a comer, y hace arte con las plantas. “Aunque mi trabajo artístico se centra más en la danza de la vida sobre la superficie del suelo, que es lo que se puede ver, también hablo de lo que ocurre debajo, porque la vida en la superficie depende de la vida de abajo, y no mucha gente es consciente de ello”. Con sus dibujos y acuarelas sobre pergamino, habla con personas de todas las edades sobre la importancia de cuidar nuestro entorno natural. “Si no cuidamos estas bacterias [del suelo], el baile de la vida en la superficie de la tierra se verá afectado y los hábitats sufrirán”.
Le tomó la posta un agroecólogo e investigador ecuatoriano-estadounidense. “Permítanme presentarles”, anunció Mary con su delicada voz, “a Stephen Sherwood, que nos adentrará en la danza de la vida en la superficie y en el interior del suelo”.
Y así fue. Stephen se sumergió en la historia de una finca agroecológica rebosante de vida, a 40 kilómetros de Quito, donde antes sólo había un paisaje lunar. Sentipensándole a la Tierra como Pachamama, como la sentipiensan los Pueblos Kichwas, el secreto de esta experiencia de recuperación de la vida consiste en criar, cosechar y finalmente sembrar microbios, para que sean ellos los que hagan el resto produciendo suelo. “¡Para que este paisaje vuelva a ser la fuente de vida que antes fue, es hora de bailar con los microbios del suelo!”, celebró Stephen, con sus compañeras y compañeros de la Fundación Ekorural, con quienes comparte sueños y camino.
Y así todo quedó listo para un regalo fenomenal, el performance dancístico “Reflecting Weerewa”, una obra imposible de atrapar en un puñado de palabras, que danza ella misma con la luz, el agua, el barro, la respiración, los caminos de la vida y los seres humanos en comunidad. Fruto de la colaboración entre los colectivos Mirramu y Dancecology, a cuya cabeza están Elizabeth Cameron Dalman y Peng Hsiao-yin, respectivamente, la representación tiene lugar en el Lago Weerewa, que contiene 5 millones de años de historia.
Luego vino un diálogo entre Mary, Elizabeth y Peng, al borde del Weerewa. Explicando las interconexiones, Elizabeth expuso que, en escenarios naturales, “danzamos con otras criaturas, con la orquesta de trinos de los pájaros, el sonido del viento y los sonidos de otros seres. Es una experiencia extraordinaria. Como dijo alguna vez el Dalai Lama, es importante que volvamos a la naturaleza, porque se nos recuerda nuestra propia naturaleza humana”.
“En algún momento de mi improvisación”, intervino Peng, “cuando me meto en muchos detalles, empiezo a sentir, yo diría, de una manera micro. Probablemente, en ese momento, estoy siendo conducida por mi sistema microbiano. Por ello, siento que danzar con las bacterias es muy divertido. Sí, es divertido porque reanima”.
“Yo creo que la danza es el gran conector”, decretó Elizabeth. “Cuando nacemos, lo primero que hacemos es movernos y llorar. La primera forma de comunicarnos es el movimiento, es la danza. En las culturas indígenas y en nuestras propias culturas ancestrales, la danza era la forma más importante para conectarse entre unos y otros. Ahora tenemos que recuperar esa forma de pensar, para vivir en armonía con todas las dimensiones de la vida y con la Madre Tierra”.
Tras este intercambio, Arturo Quizphe Peralta, director de ReAct Latinoamérica, tomó la palabra y la puso, cómo no, a danzar: “Es difícil establecer diferencias entre los distintos momentos de este encuentro coloquial y vital, porque se genera en la cooperación, al más puro estilo bacteriano, microbiano”. Entusiasmado, añadió: “Comprendimos que danzar es un camino de conexión, aprendizaje, simbiosis, celebración y vida. Sentir y tener conciencia de la presencia del otro, es el paso inicial para comprender el susurro de las otras criaturas, de los pájaros, de los seres invisibles, del viento, del agua, de la naturaleza. Danzar con las bacterias, al compás de las ciencias, nos permite aprender a volar hacia el infinito…”
La noche se cerró con una canción del médico artista ecuatoriano Ulises Freire: “La metáfora de guerra hay de cambiar, el relato del amor y la armonía ha de triunfar. Y las Naciones Unidas esta historia han de contar”.
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